Día nublado, lluvioso, frío, tibio... Nadie imaginaba lo que iba a pasar en esta noche de invierno.
Tu mirada me prohibía mirar hacia otros lados, me obligaba a nadar en el mar del deseo.Tenía ganas de besarte de nuevo, de acariciarte el pelo, de tocar tus dulces manos, pero no podía, no sabía, no debía... Hacia mucho tiempo que me prohibían las circunstancias a hacerlo.
Derrepente me cogiste la mano, y me invitaste a volar, yo acepte, aun que no debiera pues el deseo es tentador y lo prohibido aun más. Debí de estar en otro mundo, pues me encantaba como tu boca buscaba mis labios, como tus manos tocaban mi cuerpo, como tu me hacías sentir bien. Yo no quería por dentro, por las circunstancias, pero decidí darle puerta y seguir con aquella pasión incontrolable. Sí, yo sé que esto no quiere decir nada... pero tú bien sabes que cuando alguien siente el deseo no lo puede controlar y tu y yo no podemos hacerlo, no nos podemos prohibir el uno a el otro, porque tu y yo solo somos uno.
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